Hola: Me llamo Clarisa, he abierto este blog sobre jardinería porque soy gran amante de las plantas, de su belleza, su sencillez y del enorme beneficio que aporta el estar cerca de ellas.
Nací y me crié en un entorno rural, rodeada de Naturaleza, desde muy pequeña supe que vivir de ese modo era la auténtica manera de sentirme en plenitud, pues el ser humano también es Naturaleza.
A pesar de no ser partidaria de vivir en ciudades ni en edificios de viviendas, una gran parte de mi vida adulta, he tenido que adaptarme a vivir de ese modo. Pero he de decir que pagando un precio importante, pues mi estado de ánimo sentía que no estaba en el lugar que me pertenecía y mi cuerpo acusaba esta manera antinatural de vivir, con enfermedades y síntomas continuos.
Por fín el cambio
Hace unos años, tuve la ocasión de poder acceder a vivir de modo que a mí me gusta que es el mismo que me hace sentir sintonizada conmigo misma y con el entorno que me rodea, La Naturaleza.
Tener una casa con jardín, había sido durante mucho tiempo uno de mis sueños principales, así que cuando tuve la oportunidad, me aferré ella con decisión.
Dejé atrás la ciudad, con todo lo que un cambio tan drástico representa, alejarte de tus amistades, de los servicios que tenemos a pie de calle y de los que nos han hecho creer, que prescindiendo de ellos no se puede vivir con calidad. Antes de formalizar la compra de mi nueva vivienda, invité a algunos de mis amigos a que vieran el lugar a donde iba a mudarme a vivir. Todos ellos coincidieron, que era un lugar bonito y la casa les gustó, pero no hubo ninguno que no me hiciera ver cuánto iba a extrañar las comodidades de la ciudad. y lo sola que me iba a sentir.
Nueva vida.
Al comenzar la vida ordinaria, una vez terminada la mudanza, de lo primero que me di cuenta, fue de cuantas cosas superfluas había acumulado, cuánto dinero había gastado en comprarlas y cuánto esfuerzo en conseguirlo. Un ejemplo, la ropa que saturaba mis armarios y que para la nueva vida que había comenzado, no me servía. Tenía muchas prendas bonitas y de moda, pero no eran adecuadas para el campo, ni para mis tareas de jardín. así que salvo el chándal,no tenía nada que ponerme, sin mancharlo y deteriorarlo. Tuve que comenzar renovar mi ropero, dejando atrás aquellas prendas que tanto cariño tenía. Y es que no hay
nada gratis. . .
Poco a poco, fui adaptándome al nuevo modo de vida, recuerdo que lo encontraba tan sencillo, que pensaba que tendría que haber algún truco oculto que saldría más tarde, no entendía que pudiendo vivir de manera tan relajada y feliz, no hubiera más personas que apostaran por vivir así.
Los días fueron pasando, y al contrario de lo que yo temía, fui encontrándome cada vez más a gusto a pesar de que era pleno invierno y no había podido comenzar las tareas del jardín.
La dictadura del lujo.
Si escribo esta página es porque pienso que tal vez pueda leerlo alguna persona que se encuentre entre la disyuntiva de mudarse al campo o continuar con su vida en a ciudad; es cierto que va a significar un cambio drástico y que debe tenerlo en cuenta antes de tomar la decisión.
A mí no me gusta dar consejos a nadie, pues cada persona es diferente y se encuentra en un momento evolutivo de la vidas diferente, incluso lo que hace años veíamos como imposible, pasado el tiempo lo sentimos como cercano y posible. Lo que sí es cierto, que la cuidad despierta el deseo de consumir, de comprar, de aumular objetos que en ocasiones pasados unos meses ni siquiera recordamos que tenemos en la casa. Esa necesidad de comprar, cuando vives en el campo disminuye mucho, pones tus objetivos en otras cosas, por ejemplo, salir al huerto o jardín cuando te levantas y ver como abren los capullos del rosal o las margaritas. . . en definitiva, la naturaleza te compensa con creces lo que has dejado atrás.
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